Miércoles 2 de octubre | por Pedro Donoso


Estamos en la esquina de Zubiria con España. MAC de Salta es una esquina con ventanas a la calle en un edificio neoclásico de fachada amarilla. Al frente, la plaza principal, árboles grandes, palomas, ciudadanos, vendedores. Hemos tenido un primer día de montaje con las debidas condiciones de irregularidad para avanzar hacia lo planificado. Es miércoles y el viernes inauguramos. Dos días. Hay un margen de tiempo para terminar de montar que siempre amenaza con hacerse cada vez más presionante. Así, después de superar el dominio del espacio asignado, que ayer martes solo era un campo abierto al desorden, hoy conseguimos poner en práctica las habilidades adquiridas. Montamos por segunda vez esta exposición para enfrentar otra situación y así se ha dado. Cómo una exposición puede transformarse en otra exposición. Lo que en CECAL de Chillán nos llevó a un primer proyecto, hoy en la ciudad de Salta se transforma en algo que todavía tenemos que resolver. Una exposición siempre es un cúmulo de detalles. 


“Yo es otro”, decía el poeta Rimbaud. Es tarde ya y se asome la idea de que la identidad no es idéntica sino dispareja voluble cambiante. Una exposición es otra exposición, repito. La identidad de esta aventura está dada por las circunstancias que enfrenta en el entorno real. Por eso nos asombra tanto cuando oímos los cánticos y las palmas al final de la tarde. Estamos en Zubiria con España, es decir, frente al punto cívico más importante de la ciudad. Y allí converge una larga marcha cuyos gritos nos alcanzan ahora en el montaje. Al principio no lo sabemos, solo oímos las consignas, los pitos, los gritos. Todos quienes formamos el equipo tenemos conciencia de la delicada situación que vive la sociedad en esta parte del mundo. Y por eso intuimos que el episodio que empieza a formarse afuera, es un índice de realidad inevitable. Abrimos entonces la puerta de la sala y salimos a ver a cientos de personas que marchan en defensa de la educación. Parados frente a la calle, vemos un río de gente que porta pancartas y banderas. De inmediato recuerdo las pancartas que está preparando GCA para exponer a partir del viernes. La realidad nos ha alcanzado trabajando. 


¿Cómo hablar de política sin entrar en las coyunturas? ¿Podemos entender que los gestos invisibles que la exposición rescata son algo que tiene una carga micropolítica incalculable? Y cuando decimos incalculable, es realmente una forma de existir que no podemos necesariamente determinar y por eso tenemos que organizar esta exposición y sacar a la luz las prácticas sumergidas que aborda. 


Las pancartas de cartón de GCA esperan en la sala. Salir a la calle formando entre siete la palabra P E R S O N A. Una letra cada uno. Y volver a poner lo personal en el medio de la discusión que esta marcha por las calles de Salta también quiere alcanzar. La lucha política es también un juego de distintos niveles de alcance. Aquí en el montaje lo sabemos y vamos preparando las distintas piezas como si fueran argumentos que hablan de todo esto. 


Hemos tenido un percance, hay que apuntar antes de cerrar hoy miércoles: el encolado con engrudo del gran afiche de GCA ha sido un episodio de sufrimiento y superación. Hemos tenido que salvar la colocación defectuosa que rompió la parte superior de la imagen. La intervención de VG ha permitido mantener la calma y hemos ayudado a reponer la imagen en su aparición. Los zapatos de la abuela terminan el día en su lugar, sobre la pared, con una versión no prevista pero igualmente interesante. Desde la pulcritud de una imagen oscurecida a la expresión de un papel mural que se ha convertido en una pintura hecha con las manos y con engrudo. ¡Había otra imagen dentro de esa imagen!

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